lunes, 2 de noviembre de 2009

Después de meses....

Fue una mañana de otoño. Una mañana tan típica como cualquier otra. Las calles del pequeño pueblo de ¿? olían a castañas asadas, las madres empezaban a obligar a sus hijos a llevar la cazadora para ir al colegio y el grajo volaba cada vez más y más bajo. Tal vez fuera por esa misma razón. Quizás el frío congeló los cerebros de los habitantes de ¿?, pero no es menester el aventurarse en hipótesis. Lo importante es lo ocurrido. Mi misión como narrador es contar este curioso hecho.
Fue una mañana de otoño cuando todo el pueblo de ¿? se enamoró simultánea y perdidamente de la joven Begoña.
Todos, sin excepción: desde el panadero hasta el mismísimo alcalde; mujeres, hombres, adultos y niños; entre ellos había gente que ni siquiera conocía a la joven, pero alguna fuerza los empujó a perder la cabeza por ella. No hubo persona en ¿? que se despertara esa mañana y no dedicara su primer pensamiento. Obviamente, a algunos les resultó muy extraño, sobre todo a aquellas que no sabían de la existencia de Begoña, pero no quisieron prestar mucha atención. Aunque, como ya sabemos, el amor es un insecto bastante molesto a veces, y la sombra de la muchacha no abandonó a nadie. Y así pasó el primer día de aquel anecdótico caso.
Al primer día le siguió el segundo, y el tercero… y así pasó una semana. Muy poca gente se atrevió a hacer público sus sentimientos, sólo algún caso aislado sin mucha importancia. La calle donde vivía Begoña se volvió un poco más concurrida y ruidosa. Parecía que a mucha gente le venía de paso, a pesar de que Begoña vivía casi en las afueras del pueblo. Tras la primera semana, las sospechas empezaron a aumentar, especialmente en Jacinta, la pescadera, cuyo establecimiento estaba cerca de la casa de Begoña:
- Los jueves. Todos los jueves me encuentro esto lleno o muy lleno. Y damos a basto porque no te creas que todos compran, no. Solo vienen a ver o yo qué sé, a esperar. Pero vienen también las que ya no venían, vienen los que no frecuentan ya.
- ¿Y eso? – le decían las vecinas que casualmente iban a verla.
- Dímelo tú. O mejor... no me lo digas porque lo sé. Es porque viene la guapa. Pongo la mano en el fuego y la vuelvo fría.
- Begoña.
- Hablamos la misma palabra. La Begoña me los vuelve locos. He visto gente desde muy temprano esperando nada en la puerta, sólo para ver si ha venido ella. Sé que la esperan a ella. Esperan a que venga la guapa, entonces entran, compran nada y se van. Les gusta ver cómo manosea el pescado, con esas manos finas que tiene.
- ¿Lo toca?
- Le dejo porque tiene la mano fina. Es buena, y es limpia. Nadie se queja de que lo toque. Y voy a seguir: el pescado que ella toca lo compra la de al lado.
- Sí, se le ve limpia… y muy guapa. Anda, dame unos lenguaditos de ahí.

No tardaron mucho los habitantes de ¿? en darse cuenta de lo que ocurría. Todas las conversaciones en el mercado, las peñas de fútbol y en el colegio trataban de lo mismo, y los pueblerinos encontraron un tema en común. Este curioso hecho se llevó a debate en una reunión extraordinaria en el ayuntamiento, pero la ceguera provocada por el amor hacia Begoña llevó a que se aprobara el levantamiento de una estatua de la joven en la plaza del pueblo. Gregorio, un vecino que había estudiado en talleres imagineros de la capital, se ofreció a esculpir en madera una imagen. Cuando terminó, colocaron la escultura en el lugar acordado. Muchos criticaron al imaginero aquel día:
- Míralo, el artista de la capital. Tanto tiempo allí sólo ha hecho que su único talento sea hacer vírgenes.
Cierto era que la escultura se parecía sospechosamente a las dolorosas de Semana Santa, pero eso no impidió que al día siguiente tuvieran que cercar la figura de madera, ya que amaneció manchada tras el asalto de algún amante desesperado.

La situación empezó a adquirir toques algo más preocupantes cuando aparecieron los celos. Las peleas se hicieron cada día más comunes entre los vecinos por ver quién era el más adecuado para Begoña, la cual, por cierto, se había encerrado en su casa. Eso entristeció a todos y a algunos los llevó a la desesperación. Una mañana, tres hombres y una mujer acabaron con su vida, cada uno a su manera, pero todos dejaron la misma nota de suicidio: “Amo a Begoña” (curioso es también el hecho de que uno de ellos escribiera el nombre de su amada con v).
A los vecinos esta situación les preocupaba más a medida que pasaba el tiempo. Ya podían escucharse en las calles las acusaciones de brujería, acusaciones que tomaron fuerza al saberse que entre los afectados había gente que ni siquiera era del pueblo, si no que pasaban por el pueblo con destino, posiblemente, al pueblo vecino o a cualquier otro lugar.
Habían pasado 4 meses ya, y los problemas entre los habitantes de ¿? crecían. Un día se organizó una reunión espontánea en el recinto ferial para intentar poner algo de orden en el pueblo. Los habitantes se dividieron en dos grupos claramente diferenciados: los que seguían idolatrando a Begoña por encima de todo y los que, a pesar de ello, sólo deseaban que ese “hechizo” terminara.
- ¡Hay que acabar con esto de una vez! – gritaban unos
- ¡La Begoña es lo mejor que le ha pasado a este pueblo! – clamaban otros
El ambiente se caldeó de tal manera, que los que odiaban su amor por Begoña se dirigieron como una jauría a asaltar la casa de la muchacha. No tardaron en ser bloqueados por el otro grupo a pocas calles de su destino. Y ahí, en ese lugar y en ese momento, se organizó una auténtica batalla campal. Puñetazos, patadas, bastonazos, mordiscos y tirones de pelo por todas partes. Los hijos pegaban a sus padres, los matrimonios se daban estopa entre ellos con saña. La sangre corrió por las calles de ¿?, y todo por amor. Nadie en el pueblo se preocupó más que por sus propios sentimientos, de forma egoísta. Actuaron como animales: torpes, irracionales y de forma pasional. Actuaron como enamorados.
Tras el incidente, la misma Begoña dejó el pueblo. Cogió sus cosas y se largó sin decir nada a nadie. Algunos vecinos creen haberla visto, llevando consigo nada más que una humilde maleta, un discreto vestido y un pañuelo colocado sobre la cabeza, pero fue vista en diferentes sitios a horas casi idénticas. Al principio, todo el pueblo se sumió en una tristeza colectiva. Incluso estuvieron a punto de convocar tres días de luto oficial, como si la pérdida de Begoña fuera eterna, pero hicieron un esfuerzo por pensar con racionalidad.
Lo más extraño es que, pasados unos días, el pueblo pareció olvidarse de todo. Recordaban todo lo ocurrido, pero aquel sentimiento que empujó a todo el mundo a dejarse llevar por el amor se había desvanecido de sus corazones. Cada uno siguió con su vida: el panadero se levantaba todos los días antes que nadie para preparar el pan de cada día; el alcalde seguía prevaricando y siendo un buen corrupto; Jacinta vendía su pescado (aunque menos que durante el tiempo que todos amaban a Begoña) y Gregorio esculpía y restauraba figuras de vírgenes, cristos y santos. Tan repentino como apareció, el amor se fue, dejando sólo una pequeña huella en forma de recuerdo borroso.











[GRACIAS A KARIM POR ESCRIBIRME LA CONVERSACIÓN ENTRE JACINTA Y LA VECINA. ES EL MÁS GRANDE CON LOS DIÁLOGOS DE MARUJAS!!! :D]

jueves, 3 de septiembre de 2009

Maga - Diecinueve

Quiero subir esta canción básicamente porque su letra me parece preciosa. Además, Maga es un grupo que viene bien escuchar de vez en cuando.

Con viento del este hiciste una cama,
soplaste sobre ella para templarla.
Y con el murmullo de tu voz de agua
me cantabas nanas sin letra.
Y dormíamos tan juntos
que amanecíamos siameses,
y medíamos el tiempo en latidos.
Y en tus dedos yo tocaba mis canciones,
dedos de teclas de celesta.
Y tu pulso tamborileaba en mis sienes y muñecas
como diminutas patas de ciempiés.
Y nos repartíamos los labios y los dientes y el hipo,
y del alfabeto, las impares.
Y en tus dedos yo tocaba mis canciones,
dedos de teclas de celesta.

lunes, 31 de agosto de 2009

Noche

Es la hora en la que las calles están mojadas.
Cuando las brujas duermen,
Extasiadas tras la orgía.
En la hora en la que no eres nadie
Yo deambulo solo, indefenso, borracho, confuso…

Es la hora de los amantes y del beso,
Aunque yo no he besado a nadie.
Es tiempo de romance. Pero el amor
No presta atención a quien vaga solo.
En realidad no presta atención a nadie.

Si no me quieren acompañar las sombras
De la noche, ¿lo harás tú, dualidad?
Camina conmigo, dualidad.
Escúchame, dualidad.
Quiéreme.

Es la hora en la que no eres nadie.
Cuando la casa del poeta se calla.
Cuando el ruido duerme y el silencio
Ronda tu ventana.
No le hagas esperar, invítale a entrar.

Pues en el silencio estoy yo,
Y en el silencio te querré.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Pequeñas píldoras (III)

Si no sabes qué coño escribir, excúsate con una Pequeña Píldora sin venir a cuento.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Saint Lazare


Aquel día la estación de Saint-Lazare estaba especialmente bulliciosa. El humo de las locomotoras subía hasta el techo de cristal y metal oscuro, a forma de inmensas nubes blancas que se han colado en el edificio. En el andén había muchas personas: algunas se saludaban con gran alegría, abrazándose y gritando de felicidad; otras se despedían con un ligero apretón de manos o un beso disimulado. Había una madre que lloraba desconsolada por ver como su hijo pequeño se marchaba de París para combatir en una guerra que no pintaba nada bien para el bando francés. No sabían cuándo se volverían a ver, ni siquiera si aquello iba a suceder realmente.
Y en una de los delgados pilares metálicos de la estación estaban dos jóvenes de pie, sin hablar. Gustave miraba a Charles y suspiraba; Charles hacía lo mismo, suspirando a la par que su acompañante.
- No te vayas – pidió Charles por última vez.
- No voy a volver a responder eso – replicó el otro mientras se encendía un cigarrillo – Tengo que irme al pueblo. Llevo demasiado tiempo en París.
- Nadie te espera en el pueblo, Gustave.
- ¡Eres tan terco!
- Es parte de mi encanto.
Los dos sonrieron sin ganas, sin mostrar los dientes. Charles fue el primero en dejar de sonreír. Recordaba aquella noche, la única noche en la que se atrevieron a quererse. Charles reacordaba la única luz de aquella habitación, una vela casi sin lumbre, la suficiente para poder intuirse con la mirada. Podía sentir de nuevo el frío de la noche diluido en absenta y desinhibición, que dejó paso al calor sin preguntar. No se pararon a pensar en lo que hacían, no importaba que estuviera prohibido. Sobre todo, no importaba que a Charles le esperara su mujer embarazada (sin haberla tocado él… un milagro médico), aunque el no confiara del todo en que fuera así. Finalmente volvió a sentir el aliento de Gustave en su rostro. Era demasiado.
- Vale, vete – concluyó – Sólo quiero que me digas si te importó.
- ¿El qué?
Charles se quedó en silencio ya que se había acercado un señor vestido como un burgués, luciendo un bigote poblado y un traje impecable. Gustave esperó paciente a que el señor se marchara a pesar de imaginarse qué le estaba pidiendo aquél joven de ojos grises. Charles había cambiado mucho desde aquella noche, demasiado. Se le veía… ilusionado. Antes Gustave notaba que su amigo llevaba una vida insulsa, tenía una mujer que no le quería y le era infiel, a pesar de que eso a Charles le importaba más bien poco; trabajaba en el negocio familiar, una zapatería muy pequeña con clientes contados, un trabajo que le ahogaba, por el que no sentía alguna pasión. Gustave era el único que conocía el amor que sentía Charles por la poesía. Al ser Gustave de familia algo más acomodada, con propiedades en el campo, podía comprarle a su amigo revistas literarias que Charles escondía celosamente. Su mujer era el tipo de persona que pensaba que la poesía era de bohemios que no quieren mover un dedo. La presión de su mujer era suficiente para que Charles dejara la escritura aparcada. Aunque, más que la prohibición, era la falta de ganas de escribir. Charles no encontraba a su musa en su casa.
- He vuelto a escribir poemas – dijo Charles tímidamente una vez que el señor burgués se alejó.
- ¿Ah, sí? – Gustave no sabía dónde meterse – Creía que no te quedaban fuerzas ni inspiración para escribir más.
- No lo entiendes.
- ¿Qué hay que entender?
- Son poemas sobre ti, sobre mí, sobre los dos…
Gustave no supo que decir. Finalmente, Charles volvió a preguntar:
- Gustave, ¿te importó?
Justo en ese instante, una gran y espesa nube de humo blanco flotó perezosamente hacia la fina columna metálica. El tren silbó furiosamente. Ya era la hora de irse. El humo tapó momentáneamente a Charles y Gustave, momento que éste último, en un arrebato, se lanzó en brazos de Charles y le besó. Fue un beso corto, tímido y sin respuesta, ya que pilló a Charles completamente desprevenido. Fue un beso que resumía aquella noche, un beso recordatorio y un beso de conclusión. Charles supo que no tenía oportunidad de devolverle el beso, la nube ya les había abandonado y estaban a descubierto, pero el beso que Gustave le dio era la respuesta que necesitaba.
- Te escribiré una carta cuando nazca el bebé – dijo Charles – Y te mandaré junto a ella los poemas, si quieres.
- Por favor – contestó Gustave con una sonrisa.
El tren volvió a silbar.
- ¿Tienes que irte?
La mirada de Gustave sirvió para responder a Charles. Se iba, no había vuelta atrás. Era imposible que, en el caso de que se quedara, aquello saliera bien. París nunca sería la ciudad del amor para ellos.

Cuando Gustave subió al tren y se volvió a despedir por la ventana, le pidió a su amigo que no dejara de escribir y que lo visitara pronto. Charles no supo con certeza si podría hacer las dos cosas. No pudo prometerle nada, y se odió un poco a sí mismo cuando el tren se alejó y con él, su única fuente de inspiración. Hubo algo que no le dijo: los últimos poemas no eran los únicos que había escrito para él. Es más, toda palabra que Charles escribía, la plasmaba pensando en Gustave.
Charles se dio la vuelta y empezó a caminar por las calles de París hasta llegar a su casa. Su mujer no estaba dentro, algo común. No la echó de menos, simplemente se sentó en su escritorio de madera vieja, sacó las revistas literarias que Gustave le había regalado a medida que pasaba el tiempo y se dedicó a leer durante toda la tarde, pensando en Gustave. Y esperaba con cierto desanimo que Gustave también pensara en él.

jueves, 16 de julio de 2009

Pensamientos optimistas

Cuando lo primero que haces al despertar es ponerte a pensar... Pero no pensar como acción propia de todo ser humano (bueno, de algunos no), si no en PENSAR, meditar, analizar aquella motita de polvo que flota frente a ti. Cuando lo primero que haces al despertar es pensar, por mucho que te esfuereces no harás otra cosa. Como cuando se te queda pegada la canción más horrible que hayas escuchado en la vida. Intentas parar, no pensar en la motita de polvo, que ves como se va haciendo preocupantemente más grande. Cuando lo primero que haces al despertar es ponerte a pensar, el universo conspira para que todo lo que ocurra en el día sea acerca de la no tan pequeña mota de polvo. Da igual lo rápido que corras, lo bien que te escondas, porque te acabará encontrando.Cuando lo primero que haces al despertar es ponerte a pensar, la mota de polvo acaba convirtiéndose, al acabar el día, en mierda. TU mierda.Y entonces, cuando descubres que la motita de polvo se ha convertido en mierda, solo eres capaz de pensar: "Necesito un buen polvo o una buena hostia". Y finalmente decides que no puedes estar muy bien de ahí arriba.

lunes, 13 de julio de 2009

Soledades

Nada. Nadie. Todo.
Tú y yo estamos solos,
escribiendo esta oda a la soledad.
Yo, que nunca estoy solo,
que siempre estoy acompañado por ti,
me atrevo a hablar de soledad.

Un único soldado en batalla singular
que sobrevive a relámpagos de
personalidad.
La mujer paciente en el balcón.
Penélope esperando a su Ulises.
Soledades varias.

Son ganas de echar sal, pero me atrevo.
Me lleno de valor y escribo lo que siento,
lo que sientes. Lo que sentimos.
No soy el hombre más solitario,
pero así me gusta aparentarlo.
La soledad es mi único disfraz.

Jugaremos tú y yo, dualidad,
a un juego llamado Soledad.
Tierras yermas que se acompañan las unas a las otras.
Antiguas musas de antiguos poetas
que querían conocer lo mismo que yo:
La auténtica soledad.

Pero no hay mayor soledad
que la del suspiro de un hombre acompañado…

viernes, 3 de julio de 2009

Greguerías

Las greguerías son textos breves o aforismos, generalmente de una sola frase, que expresan, de forma aguda y original, pensamientos filosóficos, humorísticos, pragmáticos, líricos, etc. Se considera un género inventado por Ramón Gómez de la Serna, el cual, por cierto, se supone que hoy cumple años. Si no fuera porque ya está criando malvas...

Intenté suicidarme, y casi me mato

La Zeta es un siete que oye misa

Lor tornillos son clavos peinados con raya en medio

El hielo se derrite porque llora de frío


Son sólo unos ejemplos de las miles de Greguerías que escribió este hombre. Ah, bendito Google...

domingo, 21 de junio de 2009

Pregunta retórica

¿Amor?
¿Qué coño es el amor?
En serio,
¿qué coño es el amor?

viernes, 19 de junio de 2009

Mi primer poema


¿Qué esperar de un ejército de libélulas cobardes?
¿Qué desear, qué dar a ver?
Siendo un capitán de la Armada del Alarde,
Poco o nada queda por hacer,
Excepto sentarte y preguntar al cielo:

¿Qué es lo que quieres?
En la vida, fugazmente larga;
En el amor, insecto inútil de quienes
Necesitan inútil carga.
Pero más que el odio es el anhelo.

¿Qué esperar de un ejército de libélulas cobardes,
Cuando prometen el cielo?
Tal vez ya sea demasiado tarde
Para ver como el viento sopla
Celoso de no poder tocar tu pelo.

¿Debo cerrarme al amor?
¿Es mejor que me calle?
¿Es correcto cantar solo?
¿Está bien que mis poemas no sean para nadie?
Más que el odio es el anhelo.





[Éste es el primer poema que me atreví a escribir, pero ha sido hoy, casi un año después, cuando lo he terminado. Por eso supongo que puedo guardarle algo de cariño. El Ejército de Libélulas Cobardes ha sido una constante en mi vida y no podía ignorar a esos pequeños insectos que hacen la vida amargamente dulce.]

sábado, 6 de junio de 2009

Violencia

Violencia.
Poesía es violencia. Es el deseo
De morir, deseo de matar.
La violencia fácil, con dientes y garras.
Violencia es paz.

La poesía es la lucha conmigo mismo.
Mi dualidad enfrentada en harakiri.
No sé quien ganará, yo solo leo
Lo que surge. Mi alma partida
Es poesía.

He entrado en trance
De letras y acentos.
Me convierto en katana sin
Saber mi cometido.
Estoy jugando con fuego.

Bebo de mi cerebro, sangre
Convertida en palabra y pasada a
Papel. Ni yo mismo me entiendo
¿Para qué?
La poesía es solo eso, violencia.

lunes, 25 de mayo de 2009

Un niño sin boca

De pequeño conocí a un niño sin boca,
De ojos secos, mano temblorosa.
Un niño que se esconde en letras.
Conocí a un niño añil, un crío
Que era objeto y fusil. Un arma sin devoción.

El pobre no tenía labios, no tenía dientes.
Conoce el mundo a través de la franqueza
De un silencio. No se le escucha.
Tal vez no quería ser oído. No se le siente.

Conocí de pequeño a un niño
Que no hablaba con los ojos. Sus pupilas
Eran sequías. Sus manos eran
Las que, por sus ojos, lloraban tinta.

De pequeño conocí a un niño sin boca,
Tímido y esquivo, tras símbolos que forman su nombre.
Ellas le protegen, le cubren como
Una crisálida. Y él no quiere salir.

Disimulado, silencioso, frágil.
Sigiloso asesino, amante callado.
El niño vestía de azul. No quería ser visto.
Lo vi escribiendo un poema.

Aquél poema contaba lo triste
Que le resulta hacer daño, pero es
Lo que mejor sabe hacer. Por ello prefiere
Arañar sus propios versos contra él.

De pequeño conocí a un niño sin boca
Del que me enamoré. Y lo amé.
Y sentí la necesidad de hacerle gritar,
De ser su inspiración. Y lo fui.

viernes, 22 de mayo de 2009

Nanas

Las notas y los silencios son el pasaporte.
Acorde al compás sigue el cierre
de mis ojos. Un, dos, tres. Un, dos, tres…
Músculos tensos ya calmados,
nervios que desaparecen con suspiros.
Vuelvo a necesitar nanas
para dormir.

jueves, 21 de mayo de 2009

Pequeñas píldoras (II)

Asústate cuando las canciones de amor tengan sentido.

domingo, 17 de mayo de 2009


La luz de un cigarro te delata
entre la oscuridad en la que nadas.
Te has puesto guapa, tu uniforme
es una sonrisa y tus tacones.
La falda corta y la moral alta.
Eres puta,
y tu coño lo disfruta.

Te olvidas del amor esta noche.
En realidad no lo ves en todo el día.
No conoces los insectos, solo un broche
con forma de libélula a modo de recuerdo.
¿Qué más dará? No hay tiempo.
Galleguiña de ojos de espejo, das
algo que no has conocido.

Galleguiña de corazón virgen,
noche tras noche trabajas
siendo feliz con lo que haces.




Realmente espero no ofender a nadie por utilizar el término "galleguiña". No tengo nada en contra de Galicia ni de sus habitantes. Resulta que antiguamente a las prostitutas se las llamaba "gallega" porque muchas venían del norte, un caso casi calcado de lo que sucede hoy en Argentina y los emigrantes españoles. De veras que no tengo ánimo de ofender a nadie, ni pienso que todas las gallegas con mujeres de vida alegre (y si lo son, olé su coño...).

sábado, 16 de mayo de 2009

Sin título

He encontrado belleza en el silencio. He comprendido que la belleza brilla en su ausencia, porque las cosas son más bonitas cuando las echamos de menos. Si me siento en cualquier banco de la Alameda recordaré los momentos sin nombre en los que fui feliz; si paso por aquél descampado en el que solo había una boca que enseñaba a otra cómo se debe amar, me acordaré de los tres años de inestabilidad y falta de orgullo que conllevaron aquella noche; y solo con ver los ojos de aquella persona puedo volver a notar el sentimiento de culpa y mi odio contra mí mismo por hacerle tanto daño. Tres ejemplos entre unos cuantos más. Demasiados para mi corta edad, pienso a veces. Poco tiene que ver aquí qué clase de sentimientos me provoquen, el caso es que los siento y los recuerdo como bonitas e interesantes historias que contar.

Y ahora me encuentro a las puertas de otra posible historia. Me sitúo frente a un posible nuevo olor, una nueva sonrisa, una posible nueva historia… Y es justo ahora cuando recuerdo todo lo anterior, como si mirara a todos los momentos antes vividos pidiéndoles su aprobación. ¿Merece la pena? ¿Puedo arriesgarme otra vez? Estas y otras preguntas las llevo apuntadas en un papel para que él las responda. Eso sí, sólo en caso de que yo me atreva a llamar y, mucho más importante, él me abra la puerta. Estoy muy nervioso, puedo notarlo en mis letras. He vuelto a los soliloquios confusos, pero con variaciones: ya no me reprocho nada, que es lo más importante. Pase lo que pase, es simplemente una anécdota más que contarles a mis nietos. Es una bonita filosofía, pero difícil de llevar a la práctica.

Pero, como decía, lo importante es la belleza del silencio, lo bonito que quedan los campos que veo desde mi ventana cuando ha pasado una tormenta, especialmente cuando los recuerdo en días de sequía, tan comunes al sur de España (¡y olé!). En verano echamos de menos el frío y en invierno nos morimos por el calor del sol. Precioso es aquello que no está. Recordamos como una descarga eléctrica de placer la más mínima caricia de la persona amada. ¿Por qué tanto sufrimiento cuando echamos de menos a alguien, si recordándolo es cuando más disfrutamos de él? Por eso me acuerdo de todo esto ahora: tengo cierto miedo a no echar de menos la asesina sensación de cosquilleo en la tripa y a no esperar llamadas del móvil bajo la almohada. Tengo miedo a que enamorarse pierda la belleza que tiene, a que toda la violencia del amor se vuelva un mero recuerdo añejo. Empiezo a delirar.

viernes, 15 de mayo de 2009

Pequeñas píldoras (I)

Si quieres evitar a la muerte, se su amiga y hazle favores.

Nihil

Nada. No hay palabras. Sólo una ligera sonrisa de sorpresa en mis labios, una leve curvatura en mi ceja. Curioso...

lunes, 11 de mayo de 2009

Falsa alarma

Tumbado, quieto, no te espero.
La hierba me acompaña, solos
Ella y yo en abierta intimidad.
Arriba en el aire
Cuelgan cables. Su murmullo
Se une a nuestro verde aquelarre.
No te espero, no. Ni te veo.

Pero tú te acercas, agridulce
Y conflictiva, en vuelos cortos
Y violentos. (No has cambiado nada)
Con un golpe de viento te
Has querido pegar a mí.
Pero verte no puedo. Ni verte quiero. Miedo.

Me permito el lujo, la
Imprudencia de abrir los ojos.
Te imaginaba azul, con alas
Hechas de luz.
Te inventaba en la perfección.

Te imaginé,
Pero no eres lo que creí.
Roja, mal camuflada, previsible.
No eres Tú.

No eres Tú.
Fácil de ver, cómoda
En tus movimientos.

Cerraré los ojos, y volveré
Junto a la hierba y los cables.

Tu imagen ya se me ha olvidado.


miércoles, 6 de mayo de 2009

Regreso

No debe ser sano, el querer
Volver a todo lo anterior.
Parece mentira. Incluso es
Curioso verme en la misma situación.
Sólo he necesitado un día para curarme,
Y unas horas para volver a ser Yo.

Yo soy hambre. Soy sed.
Necesidad de historias que contar.
Necesidad de experimentar.
Falta de lágrimas, ganas de ser
Héroe de mis propias tragedias.
Tragedias que yo inventé.

Guardado queda el gris.
Preparado estoy para la violencia
De un color que no existe o no
He encontrado. Vuelvo a ser sed,
Hambre, necesidad, falta y ganas.
Vuelvo a ser Yo.

No debe ser sano, el querer
Ser Yo.

Un recurso utilizado cuando no sé qué subir (Parte IV)

Podría oler cualquier cosa: las flores, el vino, las sábanas, el aire puro… cualquier aroma. Pero tu perfume lo invade todo. Te has ido, pero has dejado gran parte de ti en la habitación. Es una sensación casi asfixiante, el olerte y no verte, como un fantasma que me rodea con una embriagadora esencia. Asfixiante, sí, pero dulce y agradable a la vez, como una paradoja personal. Me ahogo sin oponerme. No puedo respirar, pero no quisiera rodearme de otro olor que no sea el tuyo. Si la muerte tiene esta fragancia, que me lleve con ella sin pensarlo dos veces. 

domingo, 26 de abril de 2009

La insoportable levedad de un "Te quiero"

Una mirada, una mera sonrisa o cualquier otro detalle efímero son suficientes para creértelo. Clamas tus sentimientos al aire con un grito escrito en mayúsculas. Llevas Amor como nombre de pila y una fecha como apellido. Nadie quiere en este mundo ni en los otros como lo haces tú (Qué sabrán los otros del amor). Quieres a todas horas, amas todos los días. Marcas árboles, bancos y paredes con tu querer. Todo en sólo 6 días. Pero al séptimo día todo acabó.
No has tardado en curarte gracias a otra mirada, otra sonrisa y otro detalle. ¿Antes estabas enamorado? ¡Ni punto de comparación! Esto es mucho más fuerte. Una sensación de cosquilleo te muerde el cuerpo. ¡Esto merece ser anunciado! Las letras no son lo suficientemente grandes ni el sonido del teclado lo suficientemente fuerte. ¡Cuánto amor cabe en ti! Lleno otra vez tan sólo en 3 días. Pero no duró mucho más.
La honda tristeza en la que te sumergiste era un simple charquito. Ese cosquilleo no serían más que gases. Ahora sí que sí, lo has encontrado de verdad. El amor ha llamado a tu puerta. Una bolsa incendiaria te ha dejado, pero te enamoras de esa bolsa. ¡Alma cándida! La quieres con fuerzas triplicadas que la vez anterior, y de la primera, ¿quién se acuerda? Solo esperas que, esta vez, dure lo suficiente como para que merezca la pena decir “Te quiero”.

jueves, 23 de abril de 2009

En honor al Día del Libro.

No quiero ni me siento capaz de dejar pasar este día sin darle un pequeño homenaje a la Literatura. Por ello subo un pequeño poemita de Salinas (¡el del fútbol no!), llamado La voz a ti debida.

Tú vives siempre en tus actos.
Con la punta de tus dedos
pulsas el mundo, le arrancas
auroras, triunfos, colores,
alegrías: es tu música.
La vida es lo que tú tocas.

De tus ojos, sólo de ellos,
sale la luz que te guía
los pasos. Andas
por lo que ves. Nada más.

Y si una duda te hace
señas a diez mil kilómetros,
lo dejas todo, te arrojas
sobre proas, sobre alas,
estás ya allí; con los besos,
con los dientes la desgarras:
ya no es duda.
Tú nunca puedes dudar.

Porque has vuelto los misterios
del revés. Y tus enigmas,
lo que nunca entenderás,
son esas cosas tan claras:
la arena donde te tiendes,
la marcha de tu reloj
y el tierno cuerpo rosado
que te encuentras en tu espejo
cada día al despertar,
y es el tuyo. Los prodigios
que están descifrados ya.

Y nunca te equivocaste,
más que una vez, una noche
que te encaprichó una sombra
-la única que te ha gustado-.
Una sombra parecía.
Y la quisiste abrazar.
Y era yo.

Pedro Salinas, La voz a ti debida

martes, 21 de abril de 2009

Recurso utilizado cuando no sé qué subir (Parte III)


Dulce. Las fresas y la nata. El vino y su correspondiente brindis. Comerte a besos y morderte. El tenerte cerca, para mí solo, para nadie más. Agarrarte la cabeza con suavidad, pero firme. El placer de empezar con el postre. Los entrantes están servidos.
Salado. Las almendras. Me dejo llevar por ti sin dejar de disfrutarte, de saborearte. Nuestras bocas se han juntado y parecen no querer separarse. Hemos gustado el primer plato.
Ácida y picante se ha vuelto la noche. Amarga será la despedida. Pero no pensamos en ello. Sólo descubrimos sorprendidos que nos hemos vuelto el plato favorito del otro durante un tiempo. Y, sin remordimientos, cometemos el pecado de la gula junto a la lujuria. Nos vamos ganando un billete de ida al infierno. Pero el infierno puede esperar, aún nos queda mucho por comer.

150 visitas!!

Casi nada :D

domingo, 19 de abril de 2009

El Tiempo

Llega un momento en la vida cuando el tiempo nos alcanza. (No sé si expreso esto bien.) Quiero decir que a partir de tal edad nos vemos sujetos al tiempo y obligados a contar con él, como si alguna colérica visión con espada centelleante nos arrojara del paraíso primero, donde todo hombre una vez ha vivido libre del aguijón de la muerte. ¡Años de niñez en que el tiempo no existe! Un día, unas horas son entonces cifra de la eternidad. ¿Cuántos siglos caben en las horas de un niño?
Recuerdo aquel rincón del patio en la casa natal, yo a solas y sentado en el primer peldaño de la escalera de mármol. La vida estaba echada, sumiendo el ambiente en una fresca penumbra, y sobre la lona, por donde se filtraba tamizada la luz del mediodía, una estrella destacaba sus seis puntas de paño rojo. Subían hasta los balcones abiertos, por el hueco del patio, las hojas anchas de las latanias, de un verde oscuro y brillante, y abajo, en torno de la fuente, estaban agrupadas las matas floridas de adelfas y azaleas. Sonaba el agua al caer con un ritmo igual, adormecedor, y allá en el fondo del agua unos peces escarlata nadaban con inquieto movimiento, centelleando sus escamas en un relámpago de oro. Disuelta en el ambiente había una languidez que lentamente iba invadiendo mi cuerpo.Allí, en el absoluto silencio estival, subrayado por el rumor del agua, los ojos abiertos a una clara penumbra que realzaba la vida misteriosa de las cosas, he visto cómo las horas quedaban inmóviles, suspensas en el aire, tal la nube que oculta un dios, puras y aéreas, sin pasar.


Ocnos, Luis Cernuda

sábado, 18 de abril de 2009

Gotas frías


Cada fría gota de lluvia mereces.
Cada gesto malintencionado,
Todos tus tropiezos te has ganado.
Lo has vuelto a hacer, no sé
Qué habías estado esperando.

Demasiados pensamientos
Para una cabeza tan pequeña.
Demasiados insectos
Para una boca tan absurda y delicada.
Cada fría gota de lluvia mereces.

El agua te cala los huesos,
Te reconoce y castiga. Ella sabe
Lo que has hecho.
Deja que el frío te queme, el suave
Cosquilleo del remordimiento.

Cada fría gota de lluvia mereces.

jueves, 16 de abril de 2009

Un recurso utilizado cuando no sé que subir (Parte II)


Se dilatan las pupilas, asombradas. Jade y ámbar fundidos en uno solo. Las pestañas casi se tocan. Tus ojos tienen hambre de los míos; y mis ojos, sed de ti. Nuestros cuerpos se mueven, pero los ojos permanecen inmóviles, encantados de haberse conocido. Me miras, te miro. Me guiñas y me derrito. Cierro los ojos, pero los tuyos se han quedado grabados en mi mente. Nada como saber que me estás viendo para dejarme llevar y no comerte sólo con los ojos.

miércoles, 15 de abril de 2009

Rompimiento de Gloria


Nosotros, el ser humano en general, tenemos un problema muy serio. Durante siglos, hemos vivido con tal temor a lo trascendente (o falta de él), que nuestros ojos sólo se han acostumbrado a la cegadora luz de un rompimiento de gloria. Toda nuestra historia se ha desarrollado subordinada a algo que está más que fuera de nuestro alcance, que por lejano únicamente somos capaces de ver con la razón. La obsesión por el amor y el odio al mundo perfecto que nos espera ha sido la base de todas las atrocidades, todas las injusticias que hemos cometido. No podemos culpar a nadie salvo a nosotros mismos.

El amor a lo trascendente nos arrebata la libertad, y lo mismo hace el odio hacia él, ya que la no-creencia de algo conlleva el hambre pantagruélico de asesinar y despedazar aquello en lo que no se cree (Algo un tanto irónico. ¿Cómo odiar algo en lo que no se cree?). Como dice un filósofo de nombre complicado, queremos "matar a Dios" o ,en el otro caso, engrandecerlo en su mayor exponente. Pero, para variar, nos hemos equivocado en los métodos. Matar a Dios no puede conllevar matar a personas. Maximizar la figura de Dios a través de la muerte también es algo más que repugnante. Es increíble la necedad que nos ha caracterizado al darle tantísima importancia a algo que no sabemos si existe o no.



Como suelo decir: Ya que vamos a ir al Infierno, hagamos de la Tierra un Paraíso. Olvidémonos de Dios y vivamos, no creo que a Él le importe que queramos ser felices mas allá de un posible Juicio.

Buscando palabras...

sólo encontré imágenes. La comodidad del ser humano ante su maldad da auténtico terror, más incluso que la maldad en sí misma.

lunes, 13 de abril de 2009

¿Señales del cielo?

Ayer vi una libélula y no tuvo el efecto que me esperaba y temía. Me alegro por ello.

No tiene mucho sentido si no se me conoce, lo sé. Sólo quería comentar alguna anécdota y dejar tanta literatura.

domingo, 12 de abril de 2009

Indeterminación

No saber qué éramos fue nuestra mejor arma. Bendita Indeterminación. Veíamos a los demás, cómo se preocupaban por organizar sus propias vidas y nos reíamos. Éramos felices sin ser nada. Éramos felices sin nada más. No saber qué éramos fue nuestra (mía, más bien) perdición.
Somos humanos, al fin y al cabo, y necesitamos ser algo. Maldita Indeterminación. La indiferencia al tiempo se convirtió en vistas al final, en el miedo por que todo acabara. Las risas dieron lugar a la necesidad de saber y de dar pasos hacia delante. Eras feliz sin que fuéramos nada, pero yo no. Yo necesitaba algo más. No saber qué éramos fue el principio del fin. No saber qué éramos nos condenó.

sábado, 11 de abril de 2009

Un recurso utilizado cuando no sé que subir (Parte I)


Un sonido, y otro, y otro. El silencio se rompe en la habitación. Puedo oír tu respiración jadeante mientras el dormitorio cobra vida: de las paredes surge el ritmo musical de la radio en la habitación contigua; el viento silba con furia tras la ventana, celoso de no poder entrar con nosotros; y la cama se queja con cada movimiento, aquejada ya por la edad. Por mi parte, rompo la aparente calma de los demás muebles contando chistes estúpidos. Ya sabes que los nervios me hacen ser un poco idiota. Pero tú te ríes bajito, besándome la oreja. Todo el ruido se vuelve armonía, una composición de notas y silencios que nos envuelve una vez que apoyo mi cabeza en tu pecho, pudiendo así escuchar tu corazón.

lunes, 6 de abril de 2009

Pasadopresentefuturo

Ves tu pasado cayendo por el sumidero y no sabes a donde irá. ¿Qué será de los minutos, las horas y los días que has vivido? ¿Se han ido todos? Eso no importa, no te quedas solo.
El presente continúa a tu lado, pero parece darte la espalda. Ves que no recibirás respuesta alguna de él, ya que simplemente está ahí, estático y despechado por tu falta de atención, así que te dispones a buscar el futuro. Y, como esperabas, no lo encuentras, vayas donde vayas el se te adelantará 3 pasos. Es tu futuro, ¿recuerdas? Sabe donde estarás inmediatamente después.
Vuelves con el presente y, no sin antes pedirle perdón por haberlo ignorado, le preguntas cómo dar con tu futuro, ese gran desconocido.
- ¿De veras crees que lo sé? Saber donde está tu futuro me convertiría en tu propio futuro, zopenco.
- ¿Podrás perdonarme algún día?
- Ahora mismo no.
¿Que es lo que queda? Siempre puedes tirarte por las tuberías en busca del pasado. Cosa fácil, ya que él es el único que te va a recibir con los brazos abiertos. Tu pasado se convierte en el perfecto huésped, tan cálido y nunca aburrido. Pero, gracias a Dios, ves sus garras, que te atraparían fuertemente y te sería muy difícil zafarte de ellas.
Finalmente decides quedarte con tu presente. Tal vez esté resentido contigo, pero son solo celos hacia los otros dos. Algún día tendrá que perdonarte, ¿no?
- Ahora mismo no.

sábado, 4 de abril de 2009

Marcha atrás


Íbamos marcha atrás, sin mirar.
Caminábamos de espaldas,
buscando algo a lo que aferrarnos,
seguridad alguna más allá
de lo que dejábamos
a nuestro paso y podíamos ver.

Íbamos marcha atrás, como
cangrejos sin pinzas.
Te quise coger la mano para tener
fuerzas y darme la vuelta.
Pero opté (optamos) por hacer
de nuestra cobardía nuestro grito de guerra valiente.

Y continuamos yendo marcha atrás, sin mirar,
hasta que alguno de los dos
no pudiera más y se parase.
¿Quién será? ¿Cuál de nosotros dos se decidirá?

Tú no podías ganar, pero yo quise perder.
Yo, y sólo yo debo pagar el precio de nuestro fin pactado.
Yo me encargaré de la cuenta, tú invítame a sufrir.

Tú no podías ganar, pero yo quise perder
en esta carrera marcha atrás.

Tú no podías ganar, pero yo te quise querer.

miércoles, 1 de abril de 2009

Empiezas


Estás solo. Está oscuro. Te sientes alterado.
Intentas combatir las tinieblas alzando la mano, tanteando el aire hasta encontrar una pequeña lámpara que enciendes. Con un débil haz de luz que apunta a una mesa, encuentras el objeto de tu nerviosismo: una hoja en blanco.
Sigues estando solo y alterado, pero ya no está oscuro.
Haces acopio de valor y te enfrentas a la inexplicablemente amenazadora hoja de papel. Te está retando en silencio, sin decir nada. Tú, en cambio, muestras tu arma y te dispones a atacar, pero nada sale de ti. La escena se mantiene estática, inamovible. Parece que te ha ganado.
Te sientes alterado, pero ahora no pareces estar solo.
- ¿Puedo ayudarte? – dice una voz a tu espalda.
Te giras sobresaltado y ahí está. Te encuentras a ti mismo, mirándote sonriente. Sois idénticos, pero él desprende algo que tú no tienes: maldad. Sus ojos parecen devorar el folio con ansia.
- ¿Puedo ayudarte? – repite de forma educada, pero amenazadora.
- ¿Quién eres? – preguntas asustado.
- Tu inspiración.
Su sonrisa se ensancha, mostrando unos dientes afilados. Finalmente, te apartas y dejas que tu inspiración trabaje, ella sabrá lo que hacer.