domingo, 10 de octubre de 2010

Poema sin nombre I

Mi amor, ¿no lo ves?
Siempre has estado ahí,
primero en silencio, y
gritando después.
Desde un primer momento te quise
de formas inimaginables para mí.
Lo nuestro era insano, ruin, mezquino,
pero me diste luz. Un poquito de luz…

Y ahora, ¿qué?
Mi amor, ¿no lo ves?



Te estás muriendo.

Te creías eterna y así
te lo hicieron ver tus
infinitos amantes, pero…
¿qué te queda ahora?
Ni el Poeta, ni yo podemos salvarte.
Aferrada a la vida
nos suplicas la muerte a mí
y a los pocos que aún te necesitan.



Patético.

Tal vez debas partir.
Ya te lloraremos los pocos perros
que te seguimos.
Ya aullaremos a la Luna
que nos enseñó a venerarte.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Paradise Circus

Me muevo. Aún no ha empezado la música, pero empiezo a bailar. Siempre es la misma coreografía. Me acerco a la barra y cuando me agarro a ella una melodía horrible suena. Siempre he odiado esa canción, pero el trabajo apremia. Ahora comienza el verdadero espectáculo. Me muevo, ahora con más calma, al ritmo de la melodía horrible. Bailo con el erotismo que sólo la tristeza puede mostrar. Soy una bailarina triste, como se debe ser si quieres dinero. Para ganarse la vida con el baile erótico, no puedes ser feliz. Eso no pone cachondos a los hombres que vienen a vernos. Precisamente hoy hay un solo cliente. Nunca le he visto la cara, y a juzgar por el traje, debe ser un hombre de negocios. Me mira. Yo, no. Eso les gusta más. Lo sé, puedo leer la mente de ese hombre. Quiere un alma desvalida, que se arrastra de forma sensual por un puñado de billetes. Y eso le doy.
La melodía horrible acelera el ritmo, y yo me muevo con más energía. Paso de la tristeza pasiva a la rabieta. “¡No quiero ser bailarina de striptease! ¡Esto es denigrante!”, digo con mis caderas y mis pechos al descubierto. “Pobre chica”, piensa el empresario mientras me folla literalmente con los ojos, “¿Cómo ha acabado una muchacha tan mona en un sitio así?”. Y, con movimientos estudiados, le cuento una historia. MI historia inventada. La música va fundiéndose poco a poco con el aparente silencio de un club de striptease y, por primera vez, miro a mi cliente a los ojos. Le miro descaradamente. Y él, complacido, me pide con gestos que me acerque y me da un billete de 100.

- El resto te lo doy luego – me susurra al oído.

Hoy he tenido suerte.