Se dilatan las pupilas, asombradas. Jade y ámbar fundidos en uno solo. Las pestañas casi se tocan. Tus ojos tienen hambre de los míos; y mis ojos, sed de ti. Nuestros cuerpos se mueven, pero los ojos permanecen inmóviles, encantados de haberse conocido. Me miras, te miro. Me guiñas y me derrito. Cierro los ojos, pero los tuyos se han quedado grabados en mi mente. Nada como saber que me estás viendo para dejarme llevar y no comerte sólo con los ojos.
jueves, 16 de abril de 2009
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